Es una de mis citas favoritas de todos los tiempos y fue pronunciada por Susan Sontag, escritora y activista política que murió en 2004 a la edad relativamente temprana de 71 años. Susan era bien conocida por viajar y escribir sobre áreas de conflicto alrededor del mundo y, en particular, Vietnam y Sarajevo, y lo que me trajo a la mente recientemente fue la nueva película biográfica que se acaba de publicar sobre otra intrépida escritora y periodista, Marie Colvin, que fue trágicamente asesinada en la asediada ciudad siria de Homs en 2012, a la edad de 46. ​​La película está protagonizada por la actriz británica Rosamund Pike, que se parece notablemente a Marie y cuya actuación (por el breve clip que he visto) se ve extraordinaria.

Elegí la famosa cita de Susan para el título del blog de esta semana porque probablemente resume mi actitud hacia los viajes, pero también porque, para tanta gente, ¡es la antítesis de la suya! El caso es que muchas personas se resisten a la novedad, el cambio, la aventura o la diferencia. Les gusta estar bien dentro de su zona de confort. Tal resistencia al cambio probablemente impregna muchos aspectos de sus vidas: la forma en que decoran sus casas; la comida que comen; la música que escuchan; las opiniones políticas, filosóficas o religiosas que defienden. El cambio es su enemigo percibido y una condición para no ser entretenido.

Lo cual, en mi opinión, es una vergüenza terrible, ya que el mundo tiene tanto que ofrecer en términos de estimulación, novedad, diferenciación y novedad. El miedo al cambio es, por supuesto, una condición perfectamente normal y común. De hecho, es tan común y universal que toda una profesión de consultores de gestión del cambio ha evolucionado para ayudar a las personas (principalmente en los entornos laborales) a afrontar y aceptar el cambio. Si tan solo esos consultores pudieran contratarse para las personas que desean salir de sus zonas de confort en lo que respecta a los lugares a los que viajan o las experiencias que, bueno, ¡experimentan!

Si, mientras lee lo anterior, se identifica como una de esas personas, no tema. No estás solo. De hecho, probablemente represente a la mayoría. Probablemente sean los fenómenos como yo los que sean atípicos en esta conversación. Habiendo dicho eso, también puedo sentir empatía contigo, ya que yo también tengo la tendencia cada año a volver a un lugar que cumple todos los requisitos para mí (resulta ser Costa Adeje en Tenerife, si debes saberlo). Cuando gasta mucho dinero en unas vacaciones o en un viaje al extranjero, especialmente si solo realiza tal empresa una vez al año, lo último que desea hacer es participar en una forma de ruleta rusa económica con el dinero que tanto le costó ganar. . Si ya ha encontrado una ciudad, un centro turístico o una propiedad que cumple todos los requisitos que desea marcar, entonces es totalmente comprensible que quiera ir a lo seguro y recrear ese punto dulce / experiencia una y otra vez.

Es un poco como salir a cenar. Si le gusta el bistec y si hay un restaurante en particular que lo cocina de la manera que le gusta, entonces es mucho más probable que busque ese restaurante una y otra vez en lugar de experimentar con algún elemento nuevo del menú en algún restaurante nuevo que desee. nunca lo he intentado antes. Y debido a que la consecuencia del costo de equivocarse al elegir un nuevo destino o experiencia de vacaciones es tan alta en comparación con el simple hecho de elegir un lugar para cenar, es menos probable que invierta su dinero ganado con tanto esfuerzo. dinero en la línea. Como digo, ¡lo entiendo totalmente!

Sin embargo, hay un problema en el escenario anterior, así que, si no le importa, me gustaría volver a considerar la analogía de salir a cenar. El problema con la repetición es que, con el tiempo, tiende a desgastarse y a insensibilizarlo a los mismos sentimientos o emociones que inicialmente lo atrajeron a algo (o algún lugar) al principio. Un ejemplo simple de mi propia experiencia: cuando era un joven adolescente, solía amar el ruibarbo, específicamente el ruibarbo y las natillas. Fue mi postre favorito. Trabajé un día para una vecina anciana y, en lugar de pago, me obsequié con un enorme manojo de ruibarbo que había cultivado en su jardín. Pensé que había muerto e ido al cielo y me dediqué a guisar esos tallos de ruibarbo día tras día durante varias semanas y a atiborrarme de mi postre favorito hasta que se acabó todo. Aprendí una lección valiosa de esa experiencia y fue la siguiente: no importa cuánto ames algo, si lo disfrutas con la suficiente frecuencia, el valor de la novedad desaparece después de un tiempo. Debido a mi breve indulgencia con el ruibarbo en esa ocasión, llegué al punto en que su olor me hizo sentir mal y pasaron muchos años antes de que pudiera volver a apreciar la verdura.

Dicen que la familiaridad engendra desprecio. La familiaridad también puede hacer lo mismo. Mi consejo es que experimente un poco de vez en cuando cuando se trata de sus opciones de viaje. Es posible que no le guste o no aprecie todos los lugares a los que vaya, aunque la probabilidad de que eso suceda se reducirá considerablemente si consulta con un agente de viajes que escuchará atentamente sus gustos, disgustos y preferencias y le sugerirá algo que se alinee más de cerca con esas preferencias.

Tiendo a elegir algo en un menú que nunca antes había probado. De vez en cuando, no me gusta la elección que he hecho y por todo tipo de razones, pero a menudo, mi apuesta por lo desconocido paga dividendos reales y puedo agregar otro plato a mi creciente base de datos de experiencias gastronómicas que amo. Viajar es exactamente así. Así que sé valiente y elige algo nuevo la próxima vez. Es poco probable que se sienta decepcionado.

con agradecimiento a Dominic Burke 'Travel Centers'